Apoyar

¿Qué puedo hacer yo? ¿Cómo puedo ayudar a los demás? ¿Qué tengo yo para dar?

Estas preguntas han rondado mi cabeza desde que se inició todo este lío el pasado mes de marzo y, hasta hace poco, no me he dado cuenta de lo sencilla que es la respuesta. Apoyar. Simplemente apoyar a los demás. A los que lo están pasando mal. No sólo económicamente, eso es relativamente sencillo de hacer, sino también anímica y emocionalmente ya que, ahora mismo, hay muchas personas que necesitan comprensión, amistad... apoyo, simplemente apoyo.

Y ¿Cómo se hace esto de apoyar? Bueno, la cuestión económica es sencilla, comprando. Comprando a los que tienes cerca y también a aquellos que no están tan cerca. Tal vez ahora sea el momento de cambiar de hábitos e ir a la tienda del barrio antes que a la gran superficie. Lo hemos estado haciendo durante todo el confinamiento ¿porqué no hacerlo ahora? Las compras locales ayudan a tu comunidad más cercana y beneficia al medio ambiente. También es buen momento para apoyar a aquellos a quienes admiras. Artistas y artesanos cuyo trabajo sigues desde hace tiempo. Tal vez ha llegado la hora de tener algo suyo, de encargar una de sus obras, de comprar una de sus herramientas o uno de los productos que con tanto amor, cariño y dedicación hacen con sus manos. O de aprender de ellos directamente. Muchos enseñan su oficio dando clases, tanto presenciales como online. Es un buen momento para aprender y ¿qué mejor que aprender de los mejores? Valga la redundancia.

Ahora, la parte aparentemente más difícil, el apoyo emocional. Dicho así suena, tal vez, algo complicado de hacer pero, en realidad es más simple de lo que imaginamos. Este tiempo nos ha puesto a todos, a todos sin excepción, en la misma situación de indefensión, ante una amenaza invisible. Nos hemos visto obligados a actuar de la misma manera, encerrándonos en nuestros caparazones de hormigón y cristal hasta que nos dijeran que la tormenta ya había pasado. El bombardeo mediático y la agresiva campaña de rumores a la que nos hemos visto sometidos, nos ha puesto a muchos en un estado de nerviosismo nunca antes conocido. Normal y comprensible, dado que esta situación no se había producido en nuestra sociedad desde principios del siglo XX y pocos quedan ya de aquella época para recordarlo. Cada uno somos diferentes y afrontamos los retos que nos plantea la vida de distinta manera. Unos somos más tranquilos que otros, o aparentemente más tranquilos. Otros, hemos aprendido a combatir las situaciones nuevas a base de palos, la experiencia nos ha vuelto cautelosos. Y otros nos vemos forzados a aparentar fortaleza ante la adversidad porque, simplemente no podemos permitirnos el lujo de entrar en pánico, ya que eso sería terrible para los que están a nuestro cargo. 

Está claro que a todos nos ha afectado la situación pero, siempre hay personas más sensibles, que lo llevan peor, que lo sufren más, que desesperan. A ellas hay que darles apoyo. Un apoyo simple y sencillo, no hace falta más. Unas palabras bastan. Una actitud amable y atenta. Un dar los buenos días con un beso por las mañanas. O un buenas noches, deseando que descansen. Una sonrisa a destiempo, inesperada, para que sepan que estás ahí también, con ellas. Lejos tal vez, pero siempre cerca. Un "Hola ¿cómo estás?" como invitación a que te cuenten su día a día y desahoguen sus frustraciones, liberen su ira o descarguen su impotencia. Y bromas, muchas bromas, para que rían contigo. ¡Ah, la risa! ¡Que grande la risa es! La risa lo cura todo. La risa ahuyenta los males, disipa los miedos. La risa cura. Ríe con ellas, porque es lo mejor que se puede hacer con alguien a quien quieres. Ríe.

Simplemente, ríe.



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